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Globant, una de las mayores empresas de tecnología originadas en Argentina, pero ya no argentina, sino global, anunció el jueves un cambio rotundo en su modelo de negocios, hasta ahora basado en ofrecer capital humano para proveer servicios de tecnología informática a diversos jugadores de las más diversas áreas de negocios. Globant tiene acuerdos contractuales con Disney, con la FIA Fórmula Uno y con YPF, por nombrar algunos de sus más de mil clientes.

En ese número está la primera señal del cambio de época que se viene: mil clientes a nivel global es señal de que los servicios de Globant son bastante exclusivos y caros, al punto que sólo algunas grandes empresas los pueden costear. Eso, mientras cada cliente tenía un equipo de ingenieros de Globant a su disposición. El jueves, Globant anunció que empezará a ofrecer “AI Pods”, programadores no-humanos que ofrecerán software desarrollados por inteligencia artificial, para tareas específicas. Los ofrecerá a un costo que al parecer será sustancialmente menor, bajo un modelo de suscripción y ya no con un cargo por hora trabajada por un desarrollador humano en cada proyecto.

Las consecuencias son de lo más diversas. En principio, podrían hacer falta menos ingenieros que se ocupen de tareas repetitivas. Al mismo tiempo, algunas facultades humanas podrían ser revalorizadas; en especial, aquellas vinculadas con el sentido común, que agreguen valor a las tareas repetitivas. Poder interpretar las necesidades del cliente, en lugar de ofrecer un producto estándar, podría demandar entrenar a la IA, que estará a cargo de la parte rutinaria del desarrollo, con ideas que por ahora sólo los humanos parecen capaces de elaborar.

Para Globant y sus competidoras, el cambio de modelo quizás sea doloroso en términos de ingresos de corto plazo, porque podría forzarlas a facturar menos por unidad de servicio vendida: que la unidad la produzca la IA es más barato que si la hiciera un ingeniero humano.

Para compensarlo, en parte bajará el costo en personal, pero además debería aumentar más que proporcionalmente el número de clientes, para compensar la baja de precio. Este desafío constituye, a la vez, una enorme oportunidad: la escala a la cual puede acceder con una suscripción barata podría convertirla en una empresa de producto (podría vender servicios desarrollados por IA a millones de clientes), además de ser la empresa de servicios que hoy es (la que factura por hora humana, con una escalabilidad menor).

Por último, también podría haber implicancias macroeconómicas: ¿se justificará mantener los beneficios fiscales que concede la Ley de la Economía del Conocimiento a un sector que probablemente empleará menos personas y por eso mismo tal vez exporte menos? No está claro cuánto de lo que hoy se exporta desde Argentina seguirá estando acá, si el producto final lo desarrolla una máquina que puede estar en cualquier lugar del mundo.

Como tantos otros grandes saltos tecnológicos que ha dado la humanidad, también este tendrá desarrolladores que ganen y otros que desaparezcan, y desarrollos que sirvan y otros que quedarán descartados. Aquellos más involucrados en la industria de la tecnología esperan, naturalmente, que nada quede a salvo de la IA. Los que no están en esa industria, sin embargo, verán a la IA como un acelerador, o un facilitador de procesos, pero difícilmente crean que puede cambiar la vida del hombre común. Una vida que, sin humanos, podría tornarse muy aburrida.
Fuente: El Entre Ríos

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